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Drama

EUECEPM Capítulo 147

«¡Ahhhhhh!»

«¡Huh! ¡Todos retrocedan!»

Los gritos de los sirvientes resonaron por todo el lugar al ver la mansión derrumbarse por completo, perdiendo su grandiosa apariencia.

Todos estaban en un estado de confusión debido al gran estruendo.

«¡Chester!»

Lizelle, que había sido retenida por Lohan, reunió todas sus fuerzas, lo empujó y salió corriendo.

Se sentía culpable. Tan pronto como notó el comportamiento de Elensia, debió haber ido a buscarlo.

Caminó sin vacilar hacia lo que quedaba de lo que fue una magnífica mansión. Por desgracia, no era del todo visible debido al polvo que revoloteaba en el aire.

Preocupada, la Duquesa avanzó desesperadamente mientras derramaba lágrimas, pensando que quizás su esposo estaba enterrado entre los escombros.

«¡Señora!»

«¡Date prisa y busca! ¡Debemos encontrarlo!»

Reaccionando al fin, Lohan la siguió y los caballeros también comenzaron a buscar alrededor del edificio derrumbado para encontrar a su maestro.

«¿Dónde estás…? ¿Dónde estás…?»

Y como si estuviera hipnotizada, Lizelle repitió las mismas palabras una y otra vez.

Su rostro estaba pálido del miedo y su cuerpo no dejaba de temblar. Cuando llegó, presenció una devastadora escena; la mansión estaba reducida a nada. Era casi imposible que alguien sobreviviera a eso.

«Oh… no, no puede ser…».

Sus piernas perdieron fuerza hasta caer al suelo, Lizelle comenzó a gatear cuando notó que sus piernas no respondían. No le importó si su vestido se ensuciaba con la tierra o si su reputación como Duquesa se veía afectada, lo único que le importaba era salvar a Chester, quien seguramente estaba atrapado entre los escombros.

Sin embargo, sus brazos y piernas cedieron al cansancio, por lo que tuvo que tumbarse en el suelo por un momento.

Su mente sólo pensaba en salvarlo, pero su cuerpo debilitado no reaccionaba a su voluntad.

La ansiedad aumentó ante la terrible vista que tenía ante ella. No importaba cuán genial fuera un hombre, si un edificio se derrumbaba era imposible que saliera ileso.

«No… no… huh».

Finalmente, Lizelle rompió a llorar como una niña.

«…..».

El mayordomo, que se acercó apresuradamente a su lado, se mordió los labios temblorosos mientras miraba el polvo levantarse por todo el lugar. Pero los caballeros que iban tras ella la llamaron con urgencia.

«¡Señora! ¡Mire hacia allá!»

Ella levantó su rostro lloroso y dirigió su mirada hacia la dirección que le indicaban.

«…¿Chester?»

Pronunció su nombre, esperanzada al ver una silueta en medio de los escombros.

Parecía un espejismo. Pero no era sólo una, sino dos sombras, las que se enfrentaban a la distancia.

 

***

 

En ese momento.

Tan pronto como Billy terminó de hablar, Chester, quien sintió una fuerte vibración bajo sus pies, miró apresuradamente hacia el techo y se dio cuenta de que comenzaba a agrietarse.

Crack, crack.

Pequeños trozos de piedra con polvo comenzaron a caer sobre su cabeza.

No había tiempo para sorprenderse. El sonido del techo derrumbándose resonó por todo el lugar. El colapso, que comenzó en un lado del edificio, se aceleró y pronto se expandió hasta donde se encontraban ambos.

En un instante, los muebles se cubrieron con el polvo como si fuera ceniza. El edificio se derrumbaría en cualquier momento.

Todo iba según el plan de Billy para hacerle daño a Chester, por lo que estaba emocionado. Ni siquiera se molestaría en esquivar en los trozos, confiaba en la magia defensiva que traía consigo.

«¡Hazte a un lado!»

Sin embargo, tan pronto como Chester sintió el peligro, instintivamente se acercó para salvarlo.

Tenía que salir de ahí con él lo antes posible.

En esos momentos, no le importaba si era el asesino de su hermano o su sobrino. Incluso si el derrumbe hubiera sido causado por él, no podía dejarlo morir así, para Chester, era natural salvar a alguien que se encontraba en peligro.

Rápidamente se acercó con la mano extendida.

«¡¿No me escuchaste?!»

Billy, que observaba tranquilamente la situación, se sorprendió tanto por el inesperado comportamiento de Chester, que no le dio tiempo de reaccionar.

Nunca imaginó que se acercaría para protegerlo.

En un movimiento, el hombre lo levantó y arrojó por la ventana por la que había sacado a Lizelle minutos antes. Cuando se aseguró de que estaba a salvo, se aventó rápidamente.

Boooom.

Al mismo tiempo que salía, la mansión se derrumbó con un gran estruendo como si fuera una explosión.

Una enorme ráfaga de polvo cubría los escombros.

«¡Argh!»

Chester, que apenas logró escapar, rápidamente rodó por el suelo, envolviendo su hombro izquierdo. Un trozo de pared, que no pudo evitar, le cayó encima, estrellándose contra el piso.

Al percatarse de que ya no podía sentir dolor, a pesar de que la herida estaba sangrando bastante, intuyó que su hombro estaba dislocado.

Incluso con su lesión, se levantó buscando a Billy para asegurarse de que estuviera a salvo. Afortunadamente, estaba a unos pasos de él.

De esa forma, comenzó a caminar hacia donde se encontraba.

«Maldita sea…».

Billy se puso de pie y se sacudió la ropa con expresión furiosa. No podía creer que lo atrapara con la guardia baja.

Se mordió los labios soltando un insulto, pues sintió que le había mostrado una brecha a su enemigo.

«¿Estás bien?»

Preguntó Chester.

Antes de darse cuenta, ya estaban uno frente al otro. Se sintió aliviado al ver que no estaba herido como él.

«Oh, ¿crees que te voy a agradecer por esta mierda?»

Los ojos rojos de Billy estaban llenos de disgusto, había una fuerte chispa en su mirada.

«……».

Sin embargo, el Duque sólo lo miró en silencio.

Era una mirada que nunca había visto antes. El hombre frente a él definitivamente se parecía a su hermano, pero, a diferencia de Iorn, tenía una atmósfera más siniestra.

Por supuesto, eran de la misma sangre, pero a pesar de eso, eran completamente distintos.

¿Diferentes…?

Sólo entonces, Chester se dio cuenta que estaba buscando la imagen de su hermano en Billy.

Eso explicaba que lo impulsó a salvarlo, era porque vio a su hermano en él.

«¿Por qué me salvaste? ¿Me parecí a Iorn por un momento?»

Preguntó Billy con una sonrisa, dándose cuenta de sus pensamientos.

«Mi madre me hablaba de él todo el tiempo, siempre mencionaba lo mucho que nos parecíamos».

Sabiendo que Chester sentía remordimiento por él, comenzó a mencionar historias de su niñez, le pareció divertido jugar con sus emociones para hacer la situación más interesante.

«Desafortunadamente, mi madre nunca lo pudo olvidar. Fue abandonada por él y vivió toda su vida con su recuerdo, nunca imaginé que enfrentaría un final tan terrible por ese amor».

Cuando mencionó su tragedia, los ojos de Chester se atenuaron.

Al verlo así, Billy se rió por dentro. Disfrutaba verlo sufrir por la culpa, sin embargo, pronto endureció su rostro.

Cuando pensó en su madre, sintió su corazón encogerse.

Su madre era tonta y estúpida.

Una joven que ni siquiera era mayor de edad, fue abandonada por su familia en cuanto se enteraron de que estaba embarazada. Una tonta que no pudo olvidar a su primer amor en toda su vida, y que pensaba en ese hombre como una joya brillante que no podía alcanzar.

Después de tener un hijo, él nunca mostró su rostro de nuevo, y ella mantuvo su recuerdo en su frágil corazón, hasta que finalmente, se rompió por la espada de esa persona.

«Pero ese bastardo fue etiquetado como el romántico del siglo. El hombre que murió al proteger a su esposa e hijo».

«¡Eso…!»

«¡Él! No era más que un asesino y desvergonzado animal que mandó a matar a su propio hijo y a su antigua amante por temor a que se convirtieran en un obstáculo para su futuro».

Al quedar huérfano a una edad temprana, no había nada que pudiera hacer por sí solo, ni tenía una casa a la que regresar. Desde ese día, su vida había sido un infierno.

Todo lo que podía hacer era mendigar para evitar morir de hambre.

Si un delincuente lo atrapaba, era agredido verbalmente y le quitaban el poco dinero que lograba juntar para comprar comida. Además, como no tenía un hogar, dormía en la calle, y en los fríos días de invierno se congelaba hasta la punta de los dedos.

Después de sufrir una vida tan terrible cada día, lo único que le quedaba era despecho.

El odio por los adultos se hizo cada vez más grande.

El hombre que mató a su madre, el caballero que lo salvó, así como los que le quitaban su dinero, todos eran adultos.

Los maldijo a todos varias veces. En especial a su madre y al caballero por dejarlo vivo, hubiera preferido morir junto a ella, así, no estaría sufriendo como ahora.

Mientras vivía con ese rencor, Billy pronto encontró una razón para continuar su existencia.

Y todo sucedió cuando se instaló en cierto pueblo. Ese día, se encontró a una persona por casualidad. Un hombre con una apariencia similar a él, cabello negro y ojos rojos.

La gente lo llamaba, Iorn Halos.

Estaba seguro, esa persona era su padre. El hombre que vivía en los recuerdos de su madre y por quién había sufrido muchos años.

Pero no estaba solo, junto a él había una mujer y un niño a los que demostraba afecto a cada rato.

Ese lugar era donde debían estar su madre y él.

El hombre sostenía a un bebé en brazos y sonreía alegremente a su acompañante, parecía un padre que no necesitaba nada más en el mundo.

«La horrible sensación de ver esa cara…».

Una risa distorsionada se formó en el rostro de Billy al recordar el pasado.

La mujer que estaba con él en ese momento era una plebeya. Y el niño que había nacido de ella también lo era.

Contrariamente a las expectativas de que sería abandonado como él, Iorn visitaba con frecuencia el pueblo para cuidar de ambos. Como si estuviera tratando de ser un buen padre.

Billy estaba disgustado por su comportamiento.

¿Se merecía ser padre? ¿Un hombre que hizo pedazos a su amante y a su hijo?

No podía perdonarlo. No podía soportarlo…. Por eso, se hizo una promesa ese día.

Borraría cualquier cosa del mundo que Iorn amara.

«Eso es lo que realmente es tu hermano».

Soltó una sonrisa sarcástica.

Sabía desde el principio que su hermandad era buena, por lo que iba a usar eso para burlarse de su tío.

«Es incómodo seguir escuchando».

Al oír la voz familiar, Chester buscó de dónde provenía y se encontró a Lizelle, quien había dejado de llorar y lo miraba con una luz en los ojos.

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