Con una expresión furiosa en su rostro, Lucio comenzó a caminar hacia algún lugar rápidamente. Raramente se enojaba, pero cuando lo hacía, era una visión bastante espantosa. Sus pasos finalmente se detuvieron frente a una puerta y se dirigieron a una sirvienta que lo vigilaba.
«¿Está la Reina adentro?»
Preguntó con ira en su voz.
Estaba en el Palacio de la Reina, pero la doncella estaba demasiado asustada por la expresión enojada del Emperador, como para responder, por lo que Lucio suspiró antes de relajar su rostro.
No quería ver a Rizi luciendo así. Se pasó la mano por el rostro y con una expresión más amable volvió a hablar con la criada.
«Pregunté si la reina está adentro.»
«Sí, sí, ella está adentro, junto con la marquesa Mirya Prinsky.» Tartamudeó la niña.
«Entiendo».
Por costumbre, Lucio estaría a punto de decirle: Que la Reina sepa que estoy aquí, pero él se detuvo primero.
«¿Cómo está la Reina en este momento?»
«¿Disculpe?»
«Le pregunto cómo se siente. ¿Sabe sobre la discusión que surgió durante la conferencia de los nobles?»
Tan pronto como Lucio preguntó eso, lo lamentó. Era una pregunta estúpida. No había forma de que ella no lo hubiera sabido. Las sirvientas del Palacio de la Reina ya le habrían transmitido la información. Una expresión de miedo cruzó su rostro, y fue entonces cuando la criada respondió sus miedos.
«Su Majestad siempre recibe informes sobre las conferencias de los nobles, Su Majestad».
Lucio suspiró. Se paró frente a la puerta reflexionando sobre qué hacer antes de decidirse. Una expresión patética ensombreció su rostro.
«Dile a la Reina que he llegado»
Ordenó.
La sirvienta hizo lo que le dijeron.
«Su Majestad, Su Majestad el Rey ha llegado».
Unos momentos más tarde, la voz de Patrizia llamó a través de la puerta y dijo:
«Déjalo entrar».
Lucio respiró hondo por última vez antes de poner una expresión neutral y atravesar las puertas abiertas.
«Saludos al Sol del Imperio, Su Majestad el Rey»
Dijo Patrizia.
«¿Puedo hablar contigo a solas?»
Patrizia volvió la cabeza y silenciosamente dio sus órdenes, y las criadas salieron rápidamente de la habitación. Cuando estuvieron solos, Lucio se sentó lentamente a su lado. Él la miró con preocupación y, sintiendo su mirada, ella lentamente giró la cabeza hacia él.
«Estás haciendo agujeros en mi cara, Su Majestad»
Dijo.
«Me dijeron que escuchaste lo que sucedió en la conferencia de los nobles».
«Sí»
Respondió Patrizia con calma.
«Escuché que durante la reunión, el tema de que Su Majestad tome una Concubina se mencionó porque soy una mujer estéril».
«No lo voy hacer.»
«Su Majestad».
Patrizia tenía una sonrisa frágil mientras sostenía las dos manos de Lucio, y él se estremeció.
Era su sentimiento de culpa. La culpa de no poder protegerla por completo. La culpa de arrastrar a la mujer que amaba a través de la suciedad de esta manera.
«Estoy bien»
Dijo.
«Reina, yo…»
«Me amas. ¿No es así?»
Ella esperó pero él no respondió.
«Por favor conteste, Su Majestad. ¿No me amas?»
«Cómo…»
Lucio comenzó con voz ahogada.
«¿Cómo podría no amarte?»
Ante su respuesta, la cara de Patrizia se iluminó por primera vez.
«Está bien, Su Majestad. Eso es suficiente para mí.»
Hizo una pausa por un momento, y luego su expresión se volvió sombría.
«Por favor, haz lo que piden los nobles. Será bueno tomar una Concubina Real».
«¡Reina!»
Exclamó con una expresión de dolor.
«¿Estás segura de que tú me amas?»
«Es por mi amor por ti y mi amor por este Imperio sobre el que gobiernas que estoy diciendo esto. Por ti y este Reino, debes tener un heredero legítimo al trono. No deseo ver que una línea familiar indirecta tome la posición del Rey de este Reino».
Patrizia dijo con firmeza. No había el menor indicio de emoción en sus palabras.
«No digas eso, Rizi, no es necesario que digas eso.»
Era raro que él la llamara por su apodo, ya que insistía en llamarla por su título como un medio de mostrarle respeto. Por lo tanto, Patrizia pensó que nunca escucharía su apodo aparte de cuando estaban en la cama. Estaba un poco sorprendida y comenzó a llorar.
«Su Majestad».
«Rizi, no quiero hacerlo. Yo… no quiero tomar una Concubina Real.»
La miró con los ojos enrojecidos mientras apretaba sus manos entre las suyas.
«Debe haber otra forma. Voy a encontrar una».
Patrizia no dijo nada. Ella sabía mejor que nadie que no había otra manera.
Ella era estéril. No importa lo que colocase en el suelo que era incapaz de nutrir la vida, nada saldría de él. No, a menos que haya reemplazado completamente el suelo.
Patrizia permaneció en silencio durante mucho tiempo antes de volver a hablar.
«Por favor, vuelve por hoy. Estoy demasiado agotada».
Al final, Lucio no tuvo más remedio que dejar a Patrizia sola en la habitación. Cuando cerró la puerta, su rostro estaba tan oscuro como una fuerte nube de lluvia. Las personas a su alrededor tenían expresiones de lástima, sin saber qué hacer en esta situación.
Todo es mi culpa.
Esto era lo que él pensaba. Como no se dio cuenta de que la amaba antes, tontamente la había hecho sufrir. Cometió un error y lastimó a la persona que tanto amaba, ese era su principal pecado.
Suspiró profundamente y se volvió hacia Mirya.
«Voy a hacer todo lo que esté en mi poder para encontrar la manera. Hasta entonces, cuida de la Reina por mí».
«Sí, Su Majestad».
Lucio estaba al menos agradecido de que Mirya estuviera allí para Patrizia. Suspiró nuevamente antes de regresar al Palacio Central, y Mirya entró en la habitación. Al entrar, sin embargo, se encontró con una vista impactante.
«¡Su Majestad!».
Patrizia lloraba en silencio con la boca tapada, como si estuviera tratando de amortiguar sus sonidos para que nadie pudiera oír. Mirya corrió a su lado.
«Su Majestad, ¿Se encuentra bien?»
Patrizia sollozaba.
«Mirya.»
Susurró: «¿Ha regresado Su Majestad?»
«Sí, Su Majestad. Su Majestad el Rey me dijo que iba a encontrar una solución, así que no se preocupe…»
«¿Cómo podría encontrar una solución? Cuando el problema soy yo».
Después de confirmar que Lucio había salido del Palacio de la Reina, Patrizia comenzó a llorar más fuerte. Mirya la dió palmaditas en la espalda en un intento de calmarla.
«Su Majestad, definitivamente habrá una solución. También hay una forma de curarlo.»
«Mirya, ¿crees que tal vez no amó a Su Majestad?»
«Su Majestad, ¿qué está diciendo?»
Dijo Mirya angustiada, y secó las lágrimas que habían caído por las mejillas de Patrizia. Sin embargo, ella continuó sollozando.
«Sabía que esto iba a suceder en algún momento… Estoy siendo demasiado débil, ¿no?»
«¿De corazón débil? Por el contrario, Su Majestad es bastante fuerte».
«Pero Mirya, me duele demasiado decir que soy fuerte. ¿Por qué no puedo tener hijos? Quiero tener el hijo de Su Majestad…»
«Su Majestad… »
«Realmente quería un hijo que se pareciera a mí y a Su Majestad. Quería varios hijos así.» (nefe: hay, estoy llorando)
Mirya miró a Patrizia con lástima y pena. Aunque Patrizia no lo demostraba, Mirya sabía que la Reina quería hijos más que nada.
Cada vez que Patrizia compartía la cama con el Rey, verificaba si comenzaba a menstruar o no al mes siguiente. Estaba claro que quería un hijo que se pareciera al hombre al que amaba. Si hubiera una forma en que Mirya pudiera darle su propio útero para que Patrizia lo usara, ciertamente lo haría.
***
Aunque Lucio declaró que no tomaría una concubina real, los nobles protestaron fuertemente. Cuando incluso el propio padre de Patrizia, el Marqués Grochester, insistió en que tomara una Concubina Real, Lucio se dio cuenta de que no podría negarse con el pretexto de que amaba a la Reina.
No tuvo más remedio que ponerse de acuerdo para tomar una concubina real.
«Así que terminó de esa manera».
Cuando Patrizia escuchó la noticia, estaba sorprendentemente tranquila. Su aire frío e indiferente era muy diferente al de la mujer que sollozaba en los brazos de Mirya no hace mucho tiempo, y la dama de compañía comenzó a preocuparse. Sabía que cuando Patrizia intentaba mantener una fachada tan tranquila como esa, en realidad estaba retorciéndose de dolor por dentro. Mirya suspiró en silencio.
Patrizia se volvió hacia Mirya.
«¿Qué haremos el día de hoy, Mirya?»
«Hoy visitaremos a los pobres».
«Preparémonos entonces».
Dijo Patrizia en un tono seco, luego volvió a su papeleo como de costumbre. Mirya y Raphaella la miraron preocupadas.
***
Disfrazarse para visitar a los plebeyos fue un acto de servicio que Patrizia comenzó a hacer encubierta después de convertirse en Reina.
Hoy estaba visitando Sobeto, un área infame ubicada en las afueras de la Ciudad Imperial. Los barrios bajos estaban llenos de indigentes o pobres. Después de distribuir suministros de socorro a las personas que más lo necesitaban, Patrizia y las otras criadas hicieron un gran caldero de gachas con el grano que trajeron. La Reina se encargó de entregarles las porciones una por una, a pesar de las sugerencias de Mirya de que las criadas hicieran ese trabajo por ella.
«Disfruta de la comida»
Dijo Patrizia a un niño con una sonrisa mientras le entregaba un plato de avena. A pesar de su apariencia claramente sucia, a Patrizia no le importó y le dio unas palmaditas en la cabeza. Sintió las miradas de asombro de sus criadas sobre ella, pero no dijo nada antes de preparar otro plato de avena para la siguiente persona en la fila.
La siguiente persona era un hombre mayor. Aunque su espalda estaba encorvada y su cabeza cubierta de cabello gris, sus ojos eran bastante agudos. Cuando Patrizia sirvió un plato de avena, por alguna razón pensó que no era la primera vez que se veían.
«Disfrute de la comida, señor»
Dijo mientras extendía el tazón.
«¿Su apellido de soltera era Grochester, por casualidad?»
Preguntó el viejo mientras aceptaba el cuenco. Ante su pregunta, Patrizia se sorprendió un poco, pero ella respondió con calma.
«Lo es».
«Su Majestad, Reina Patrizia. ¿Estoy en lo correcto?»
Patrizia miró al viejo con ojos desconcertados. No se encontraría a alguien que reconociera su rostro en un lugar como este.
«¿Sabe quién soy?»
Preguntó con voz temblorosa.
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Nefe: pues me di cuenta que a Pray se le paso terminar los caps extras, yo la verdad los había dejado porque la Nila y el Rotey me aburren, yo quiero niños de Paty, en fin, en unas horas los termino, y les pido una disculpa porque se nos paso tanto tiempo, ahorita lo arregló mis chiquillos lectores
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