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꧁☬ LMEEÚFPLV II☬꧂ Capítulo 1

18 octubre, 2020

Capítulo 1:

El imperio estuvo bastante ocupado desde ese día, principalmente se encargaron de perseguir a los restos de Leila, los cuales seguían escondidos en alguna parte, así mismo buscaron grupos de rebeldes y pusieron total esfuerzo en reparar los daños en los palacios imperiales.

Incluso Callisto, a quien se le dio el control total debido a la repentina muerte del emperador, tuvo que levantarse antes de estar completamente recuperado para poder dar una mano. Estaba tan ocupado que incluso pospuso la coronación por unos días. Y, aún estando exhausto, entraba en mi habitación todas las noches para poder estar un rato conmigo.

«Creo que sería más cómodo estar en el campo de batalla.»

«Su alteza.»

Me sorprendió ese comentario, haciéndome levantar la cabeza del libro que estaba leyendo. Callisto, quien parecía luchar mientras daba unos pasos, se acostó en el sofá. Salté de mi asiento al reparar en su mala complexión.

«¿Quieres que busque a un médico? La medicina…»

«Está bien. Ven aquí.»

Callisto, que sonaba como un anciano enfermo, volvió los ojos y, mirándome fijamente, dio unos golpecitos en el asiento junto a él. Dejé de lado la idea de llamar al criado para irme a sentar al lado de Callisto y, tan pronto como me senté, él apoyó la cabeza en mi hombro, enterrando su rostro cerca de mi clavícula, como si quisiera oler mi olor corporal.

«Ahhh… Creo que voy a vivir un poco más ahora.»

Llevaba con ese comportamiento desde que sobrevivimos de la muerte, por lo que ya no me hacía sentir incómoda.

«¿Estás bien?»

Levanté una mano y toqué su mejilla con lástima. Los dientes del dragón dorado eran potencialmente mortales, por eso no se restauró por completo el cuerpo de Callisto.

«La recompensa de la misión final no fue buena, ¡juego loco!»

Había pasado una mala temporada y, aunque no estaba herida, en mi corazón había una herida muy profunda que a veces me hacía sentir que mi corazón estaba destrozado.

«No me deje porque esté ocupado, su alteza. Y permítame cambiar sus vendas.»

Estaba a punto de decir:

‘Si estás cansado, descansa.’

Pero no pude decirlo porque sé lo mucho que está tratando de no parecer débil antes de la coronación pero, ante mi voz preocupada, abrió los ojos con una gran sonrisa.

«Me encantaría, pero a tu padre, ese demonio, no le gusta dejarme ir.»

Fruncí el ceño reflexivamente ante su tono.

«Cuida tu boca, eso de decirle demonio a duque, ¿qué harás si alguien lo oye?»

«¿Qué pasa si alguien lo escucha?»

No había nada bueno en el rumor de que el nuevo emperador llamaba demonio a sus antiguos y leales aristócratas, pero Callisto empezó a balbucear como si no le importara.

«¿Sabes que esos aristócratas solo saben cómo presentar quejas? En un campo de batalla siempre hay muchas formas de acabar con ellos.»

«De acuerdo, pero si lo dices, al menos no dejes que nadie te escuché.»

«Por supuesto.»

Cuando respondió parecía que se estaba jactando, por lo que lo miré desconcertada.

«¿Por supuesto? Cedric me rogó esta mañana para que escondiera tu espada.»

«¿Qué? ¿Cuándo? ¿Fue mientras me estaba lavando?»

Estaba apoyado contra mí y de repente se enderezó.

«¡Cedric Porter, esa astuta comadreja! No pude encontrar mi espada por más que lo intenté, ahora lo sé. ¿Dónde la escondiste?»

«¿Por qué querrías tenerla en la sala de conferencias?»

«¡No sabemos si podría haber rebeldes en algún lado del palacio imperial!»

Callisto respondió apresuradamente.

‘Oh vamos.’

No era una exageración decir que la familia de la reina, que había estado involucrada con el marqués Ellen, podría estar destruyendo a la antigua familia. Me quedé estupefacta e iba a insistir, pero volví a cerrar la boca, se le veía muy enfadado.

‘Oh Dios mío, va a estallar…’

Di un breve suspiro sintiendo pena por lo que había pasado.

«… Tu cara parece estar muy herida.»

Me preocupa un poco que mi enfermo amante esté tan saturado de trabajo, no, para ser honesta, me resulta muy molesto y perturbador.

«No vengas por aquí, ve a tu habitación y duerme.»

«No.»

Incluso en esta condición Callisto negó con la cabeza con firmeza.

«¿Y si te escapas mientras yo duermo?»

«¿A dónde quieres que vaya?»

«A cualquier sitio… Lejos de mí.»

Ese tema era una batalla de palabras sin sentido, pero es que, después de despertar de ese largo sueño, estaba extrañamente obsesionado con que me alejaría de él. Como prueba de ello no me había dejado salir del palacio ni una sola vez.

«¡Dejé todo mi cuerpo doloroso por tu culpa, así que ahora no vas a ir a ningún lado, pequeña perra!»

A veces quería gritar de frustración, pero…

Las yemas de los dedos de Callisto, que confirman obsesivamente su presencia en mí, siguen temblando.

«Si fuera a huir, ya me habría ido durante el día mientras estás ocupado resolviendo los asuntos políticos. ¿Por qué debería esperar a huir en medio de la oscura noche?»

Le tomé la mano y le di un perfecto argumento.

«… Eso es correcto. ¡Mierda!»

Mientras me sostenía escupió una maldición, ya que él no había pensado en eso, y por ello estallé en carcajadas.

Entonces dijo con urgencia.

«¿Muevo la oficina aquí? Oh, no, mejor. ¿Por qué no dejamos todo y nos vamos de viaje? ¿No dijiste que querías irte al extranjero la última vez? Espera un minuto, el siguiente país sería… «

«Su alteza.»

Lentamente tiró de mis manos y se las llevó a la boca mientras seguía temblando.

«No voy a ir a ningún lado.»

Sus temblores se detuvieron cuando apretó mis dedos contra sus labios.

«… Y dijiste que vendrías por mí, dondequiera que fuera. ¿Eran solo palabras?»

Callisto, que me miraba sin parpadear, apretó sus labios como si estuviera conteniendo la respiración.

«No.»

«…»

«Voy a perseguirte hasta el final del infierno si hace falta.»

Sus ojos, reflejados por la luz de la luna que entraba por la ventana, brillaban levemente en la oscuridad. Parecían los ojos del cazador que persigue a su presa.

«Sí, haz eso.»

Se tranquilizó de golpe e intenté alejar mis manos, pero las tenía bien sujetas y no las soltó ni cuando volvió a apoyar la cabeza en mi hombro.

«¿Qué hiciste hoy?»

Me preguntó mientras me acariciaba con sus grandes manos.

«Mmm, solo…»

Dudé en responder, pero tras unos segundos de meditación pensé que era mejor decir la verdad. De todos modos su pregunta era mera cordialidad, ya que sabía de sobras que Cedric le pasaba parte de mi rutina.

«Asistí a la reunión de los magos en el palacio imperial.»

«… Y has estado intentando trasladar los artefactos de las Islas Archina.»

Como era de esperar este era un juego de saber y preguntar. Por lo que no respondí a la respuesta de Callisto porque sabría que no le gustaría mi respuesta, ya que los artefactos reunidos hoy eran los restos del espejo de la verdad.

«Alguien ha estado pensando en salvar al otro chico mientras su amante trabaja muy duro durante todo el día.»

Como era de esperar no le gustó y su voz sonó torcida, por lo que me obligué a responder con calma.

«Tengo que salvar la vida de la gente.»

«Puedes darles una orden a los magos…»

«¿Qué puedo hacer si soy la única que ha visto el espejo de la verdad? Y el marqués Verdandi es un hombre competente, el cual nos puede ayudar en los asuntos estatales.»

No sabía que pasaría con este juego y el mundo dentro de él, así que, sintiéndolo por Vinter, solo podía pensar que, con sus poderes mágicos, sería un gran aliado y una ayuda confiable para Callisto, quien se había convertido en emperador.

«Te has convertido en una mujer talentosa.»

Sin tener conocimiento de mis profundos pensamientos, Callisto empezó a decir cosas absurdas e infantiles, como si estuviera en la escuela primaria.

«No seas tan condescendiente y ten un poco de tolerancia como el próximo emperador. ¿Ya has olvidado que podríamos haber sido horneados, uno al lado del otro, y ser devorados por el pequeño dragón?»

«¿Qué? ¿Pequeño?»

Callisto resopló en voz alta ante mis palabras y pronto se me acercó.

«Por cierto, esa rosa, ¿cuándo diablos te la dio y por qué la recibiste? ¿No fui yo el primero en encontrarte cuando escapaste de la mansión del duque?»

«Bueno, eso es…»

Me quedé sin palabras, Callisto todavía no sabe que, cuándo escapé de la mansión del duque, lo primero que hice fue ir a la casa de Vinter.

«Suspicaz.»

Antes de que me diera cuenta, Callisto, que tenía la cabeza apoyada en mi hombro, abrió mucho los ojos y me miró a la cara. Me picaba no poder contarle todo, así que evité sus ojos, si supiera que le gusto a Vinter, no solo evitaría que lo salvara, sino que también aplastaría los restos del espejo.

«No es sospechoso, te dije que Marquis hizo retroceder el tiempo para que el mundo no fuera destruido…»

‘Excepto por el sistema de juego.’

Le expliqué a Callisto con brusquedad, pero sus ojos no mostraban ningún indicio de creer en mis palabras, así que, mirándolo distante agregué.

«… Es una bendición.»

«¿Y el hecho de que el espíritu maligno de la cueva era su compañero?»

«Por supuesto que ese es un asunto menor.»

«Eso me recuerda que, en tu ceremonia de la mayoría de edad, él te dio ese extraño collar mágico. ¿Por qué te regalaba cosas de ese estilo…?»

«¡Detente, detente! Su alteza, estoy cansada, creo que debería irme a la cama.»

Para cerrar la boca de Callisto, que seguía intentando indagar en mis asuntos con Vinter, me levanté apresuradamente de mi asiento.

«Tú también deberías volver, lavarte y dormir. Es demasiado tarde y tienes una consulta mañana por la mañana.».

Su habitación no estaba lejos de donde me estaba quedando, pero incluso con el decreto apresurado, Callisto no se movió, por lo que decidí ser la primera en dejarlo atrás.

«Penélope Eckart.»

De repente me llamó con voz ronca, sorprendiéndome y logrando que me girara para encararlo. Callisto todavía estaba sentado en el sofá, mirándome fijamente.

«Estoy enfermo.»

«¿Qué? ¿Dónde? ¿Se ha abierto la herida de nuevo?»

Y, tan pronto como extendí mi mano para autoresponder a mi pregunta, una mano caliente agarró mi muñeca, llevando mi mano a su mejilla.

«No puedo levantarte la mano porque estoy enfermo, ni siquiera tengo fuerzas para quitarme la ropa…»

«…»

«Así que necesito que me ayudes a lavarme hoy.»

Nuestros ojos se encontraron, analizándonos.

«Dijiste que tengo que estar tranquilo, lavarme y dormir, ¿no?»

Se encogió de hombros mostrándome una sonrisa completamente descarada. Era un hombre malicioso, ya que sabía que si actuaba débilmente yo no podría negarle nada. Me quedé mirando esos hermosos ojos rojos y pude ver mi cara reflejada en ellos, subiendo gradualmente a un rojo intenso.

«… Sí.»

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Señores, aquí tenemos la segunda parte de Penny, ¡que ilusión me hace poder venir con ella! Creo que después de este intenso capítulo entre ambos ya nos hemos saciado… Mentira, jajajaja, ¡quiero leer más de nuestro hermoso niño! (Y sé que vosotros también.)

Estoy pensando en subir un capítulo por día, a lo mejor dos, ya veré sobre la marcha.

Espero que lo hayáis disfrutado mucho. ¡Os dejo con las ganas para que tengáis dulces sueños y os dejéis llevar por la imaginación! JAJAJAJA

Miri

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