Capítulo 1:
Riiing, riiing.
El teléfono de la sala de estar sonó de repente, rompiendo la armonía de esa luminosa y pacífica mañana.
«Uf, qué molesto. ¿Quién llama a primera hora de la mañana?»
La luz del sol que entraba oblicuamente a través de las ventanas debería aumentar la serenidad de la sala de estar y, sin embargo, el sonido excepcionalmente fuerte del teléfono la arruinó por completo. Y mientras este sonaba, yo me planteaba si contestarlo o no.
Riiing, riiing.
Parecía que el timbre prolongado me impulsaba a responder, como si alguien me empujara, puse mi mano en el teléfono después de murmurar:
«Oh, puede que sea algo especial».
Con un leve clic cogí el auricular y me lo acerqué al oído.
Y, sin venir a cuento, un ensordecedor pitido penetró en mi tímpano a la vez que una extraña sensación se apoderó de todo mi cuerpo, era como si me estuvieran sacando la energía.
<Reiniciando.>
Nada más escuchar una voz automatizada desde la otra línea sentí como si mi energía volviera de nuevo.
***
«¿¡Qué!?»
Abrí los ojos tan pronto como dejé salir mi voz, claramente confundida acerca de lo ronca que había sonado, parecía como si hubiera estado gritando durante horas. Así mismo, no podía recordar cuándo me había quedado dormida, ¿no me había levantado y descolgado el teléfono? Y, para terminar, ¿de dónde salía ese espléndido techo rojo que estaban contemplando mis ojos?
Fruncí el ceño, ya que era incapaz de comprender esta situación, estaba demasiado confundida, aunque al menos sabía que estaba acostada. Aunque, siendo sinceros, esa información no me daba mucha confianza. Parpadeé un par de veces más para despertarme por completo y fue entonces cuando sentí un peso rígido cerca de mi pierna, lo que provocó que bajara la cabeza en el acto.
«¿Su majestad?»
Moví la cabeza e hice contacto visual con un extraño hombre, él cuál estaba apoyando su cabeza en mi muslo, esa acción me dejó sin palabras y sentí como mi mente se vaciaba. Me quedé absorta mirando esos ojos morados cuando, de la forma más natural posible, frotó su mejilla contra mi muslo y empezó a ascender para besarme en la parte inferior de mi vientre.
«¿Ah?»
Pronto el hombre sonrió y me habló.
«¿Ya te vas a levantar?»
Ese chico era una obra de arte, con una mirada rompió mi estricto gusto por los hombres, solo había un pequeño problema: estaba desnudo.
Lentamente giré mis globos oculares, los cuales casi se me salieron de las órbitas y miré mi cuerpo, descubriendo que también estaba desnuda. Tiré mecánicamente de la manta, la cual estaba a mis pies de forma completamente desordenada, e inmediatamente me cubrí.
«¿Tienes frío? ¿Quieres que te abrace?»
El extraño abrió mucho los ojos y se arrastró hacia mí a cuatro patas.
«¡No! ¡No! ¡Estoy bien!»
Por instinto me hundí más profundamente en la cama.
«¿Por qué estas…?»
En lugar de terminar la pregunta que estaba saliendo de sus hermosos labios, de la nada y sin venir a cuento, su expresión se oscureció y rápidamente habló con un tono suplicante.
«Si me equivoqué anoche…»
Y, al igual que antes, tampoco pudo terminar la frase que estaba por decir, porque la cama se sacudió por unos segundos.
«Maldición.»
‘¿Alguien puede decirme que no es lo que yo creo que es…?’
Con un gemido, otro hombre, con la cabeza despeinada, salió de debajo de la manta. Lo primero que vi está vez fue una muy buena espalda y, como si quisiera reforzar mi afirmación, se sentó formando un ángulo de 85 grados con las manos sobre la cama. De esta forma, cada vez que aplicaba fuerza en sus brazos, los músculos se movían para imponer su fatal presencia.
«Oh. Dios. Mío.»
Cerré la boca con ambas manos y al instante el hombre volvió la cabeza hacia mí.
Nuestros ojos se encontraron y su iris, de color rojo sangre, brilló al entrar en contacto con la luz del sol que se colaba entre las cortinas. Como un elegante depredador, se levantó de la cama y el tiempo se detuvo mientras lo miraba, me quedé sin aliento, era como si estuviera mirando una obra maestra. Si hubiera un Dios de la belleza en el reino de los dioses, ¡ese sería él!
Fue en ese momento cuando algo robusto se manifestó entre sus piernas, de pie, con orgullo y comenzando a agitarse. Parecía demasiado tarde para esconder la mirada, así que solo pude parpadear tontamente.
«¿Por qué me miras? ¿Aún no has tenido suficiente?»
El hombre notó mi mirada y frunció el ceño mientras me miraba.
«No… No, no, si tuviera que decir, tú me lo mostraste primero.»
Me pareció un poco injusto que se pusiera de este modo, pero él ignoró mis palabras y se puso una bata la cual se encontraba extendida sobre la pequeña mesa del té que estaba al lado de la cama.
«Oye, lo siento. No quise verlo a propósito.»
Estaba desconcertada, así que le pedí disculpas mientras apartaba mi mirada, no sé por qué soy yo la que me estoy disculpando, pero no quiero agravarlo más. Y, como si no pudiera soportar mis palabras, se dio la vuelta para mirarme y dijo con una voz muy dura:
«¿Qué clase de juego apestoso es esta vez?»
«… ¡¿Qué?!»
Yo también quería saber a lo que se refería, pero lo primero es lo primero, cualquiera que se pone una bata sabe que el objetivo reside en cerrarla para que no se vea nada. Mucho echarme bronca por quedarme observándolo, pero si no quiere que vea, que la cierre.
Intenté con todas mis fuerzas girar la cabeza hacía un lado, sin embargo, aún podía sentir su mirada alcanzándome, logrando que me hormiguearan las mejillas.
«¿Por qué no cierras un poco tu bata?»
“¡Ah!”
El hombre espetó y pareció exudar un aura fría, como si no quisiera hablar más conmigo, y, sin mirar atrás, comenzó a caminar hacía la puerta. Por impulso, grité mientras trataba de levantarme, pero ya era demasiado tarde.
«¡No, espera! ¡Tienes que explicar cómo sucedió esto!»
La puerta se cerró con un golpe tan fuerte que hizo temblar las paredes, sobra decir que mi llanto tardío quedó enterrado en el ruido provocado por el portazo.
«No… Algo como esto…»
«Su majestad.»
Escuchar esas dos palabras me hicieron darme cuenta de que me había olvidado del otro chico, el cual estaba arrodillado a mi lado mientras me miraba fijamente. Por supuesto, seguía desnudo, y como era de esperar, lo que colgaba entre sus piernas me saludó, logrando que desviará mi atención de nuevo.
«Oye, vamos a ponernos la ropa primero… ¿De acuerdo?»
Cuando me alejé de él, avergonzada, él comenzó a llorar.
«¡Lo siento!»
‘¿Qué ha pasado esta vez? ¡Yo no le he dicho nada malo!’
“¡Yo… Lo hice todo mal, su majestad! ¡Por favor, perdóneme, su majestad, por favor!»
Mientras decía eso se iba acercando más a mí, aún estando arrodillado.
«No, ¡espera…!»
Estaba tan avergonzada que lo empujé con la palma mi mano, sé notaba que él estaba ansioso por venir a mi lado y, aunque no le di tan fuerte, cayó sobre su trasero e inmediatamente se puso rígido.
Pude ver, en tiempo real, como su rostro perdía todo color por la conmoción y como nuevas y gruesas lágrimas cayeron con más fuerza sobre sus pálidas mejillas.
«Su majestad… Su majestad… Por favor…»
Sus hombros se sacudieron y, sin siquiera verlo, golpeó su cabeza contra el suelo, se frotó las manos y empezó a suplicar. Desde esa nueva perspectiva pude ver que tenía una cicatriz en el cuello y en la espalda tenía una herida que aún no se había curado, así mismo, pude contemplar que estaba repleto de moratones.
«¿Estás bien?»
Se acercó a mí y gentilmente levantó mis dedos, besándolos con cuidado. Dejé de respirar por un momento, no me podía creer aún lo que estaba pasando, y ya, para rematar el cupo, empezó a frotar su cabeza en mis palmas como si se tratara de un lindo animal.
«Su majestad… Su majestad…»
Retiré mi mano, tratando de huir de su contacto.
«…»
Mis ojos coincidieron con aquellos redondos y delicados ojos, y mi pequeño gesto dio pie a que nuevas lágrimas volvieran a caer.
«Por favor, no hagas esto.»
Dije con firmeza.
«No solo conmigo, sino con cualquiera. ¿Entiendes?»
No pareció entenderme, sin embargo, asintió. Dudé un poco, pero al final me decidí a tomar su mano, logrando que el hombre temblara de asombro, aunque acto seguido se quedó quieto y comenzó a calmarse.
Tenía mucho que preguntarle, pero decidí que por ahora no tomaría ninguna otra acción. Aunque esa decisión no eliminó ninguna de mis dudas.
‘¿Por qué estoy en este extraño lugar? ¿Por qué me despierto desnuda en una cama con dos hombres desconocidos? ¿Y por qué me tratan como si me conocieran desde hace mucho tiempo?’
Vista la reacción de los dos hombres decidí esconder mis dudas por el momento y, justo en ese instante, escuché un extraño silbido.
[Último príncipe de Velod – 11]
[¡Te juró amor! Ya le resulta difícil tolerar el hecho de que anoche tuvo una relación con la emperatriz Yeldria bajo amenaza, así que perdónalo después de que te confiese sus pecados y no permitas que te deje. Sálvalo de la desesperación. Si tienes éxito, él será tu aliado eterno y un hombre leal que nunca te traicionará.]
«¡¿Qué es esto?!»
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Chicos, aquí tenemos la nueva novela. Sé que el primer capítulo no da para mucho, pero os aseguro que el siguiente tendrá más emoción. Realmente espero que os guste, ¡¡yo me he enamorado!! Y, aunque me encantaría hacer un maratón de estreno, -hoy vamos fuertes, jajaja- no puedo por qué de momento tenemos pocos capítulos y quiero haceros sufrir un poquito esperando lo bueno.
Bueno, hoy mi cabeza ya no da para más, nos vemos mañana con el siguiente capítulo. 🙂
Miri
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Dejarme que os recuerde un poco como funcionamos:
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¡Gracias por la info! No lo sabíamos, miraremos a ver, jajajaja.